Pbro. Mauro Verzeletti, cs
Director de la Casa del Migrante Guatemala y El Salvador
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El ser humano es la criatura más bella de este mundo, que tiene derecho a vivir y a ser feliz más allá de las fronteras, y que además tiene una dignidad innegociable, no podemos dejar de considerar los efectos de la degradación de las personas en situación de vulnerabilidad por la geopolítica de mercado neoliberal, que impide el desarrollo integral de los niños, niñas, adolescentes, mujeres y hombres.
La gran advertencia para la región Norte de Centroamérica, por ejemplo, es el crecimiento desmedido y desordenado de muchas ciudades que causan violencia, debido la situación de pobreza que obliga la población a vivir hacinada, donde el caos urbano se evidencia por los problemas de transporte, la contaminación visual y acústica de los miles de burdeles con la finalidad de la trata de personas. Las llamadas áreas marginales son grandes estructuras sociales de abandono total de los derechos fundamentales inherentes del ser humano. Hay lugares que, aunque hayan sido construidos recientemente, están congestionados y desordenados, sin espacios para la convivencia pacífica comunitaria. Los centroamericanos son forzados a vivir inundados de cemento, barrancos, desastres naturales, asfalto, violencia, maras y privados de formalizar contacto humano.
Tanto en los lugares, rurales y urbanos, la privatización de los espacios está causando flujos migratorios masivos. En la urbanización se consolida la verdadera segregación social, los servicios son para unos pocos, donde las mayorías son obligadas vivir como “productos descartables de la propia sociedad”, como lo afirma el Papa Francisco.
Para ser PAÍSES SEGUROS, hay que superara primero, la gran brecha de la exclusión social, la iniquidad, la desintegración, el narcotráfico, el crimen organizado, la violencia y el surgimiento de nuevas formas de agresividad social en contra de la vida humana. Son signos de los tiempos, que muestran que el crecimiento económico promovido por el capitalismo neoliberal no ha significado un verdadero progreso integral y una mejora en los niveles de vida. La degradación social causa ruptura en la vida de las personas forzándolas a buscar protección internacional, más allá de las fronteras regionales.
Los grandes estudiosos del pasado sobre migraciones y asilo, siempre apostaron en el derecho a migrar, para la mediación y equilibrio entre las naciones. Actualmente se corre el riesgo de destruir la sabiduría milenaria a través de una geopolítica migratoria que tiene sus bases en el odio e indiferencia, hacia los migrantes y refugiados a quienes debemos amar sin límites. Las políticas migratorias deberían tener como telón de fondo el desarrollo cultural de la humanidad y no el deterioro de su riqueza por las leyes antiinmigrantes. Las migraciones deberían encausar acciones positivas desde la reflexión, el diálogo, el encuentro entre las naciones, no ser motivo de rencor, retenes, encarcelamientos, muros, militarización de fronteras y deportaciones. Las políticas migratorias deberían de conceptualizarse en la construcción de un puente entre el origen, tránsito y destino, como un medio que permita la comunicación y que compartan conocimientos y afectos sin distinción de raza, credo religioso, ideología y opinión política. Sin embargo, los Estados con sus leyes verticales impiden el contacto directo entre las familias de los migrantes, impidiendo el derecho de ir y venir libremente, para que la antorcha de la unidad y respeto a los derechos humanos entre naciones se mantengan vivos.