Por Marvin S. Otzoy
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En alusión al escritor guatemalteco Augusto Monterroso, inicié la cumbre exclamando: “Un día me fui…y muchos años después regresé; y el dinosaurio todavía sigue aquí…” Y es que parece que nada ha cambiado desde aquel momento de nuestra peregrinación al exterior, a pesar de que rotundamente exitosa fue la Primera Cumbre de Migrantes, porque reunió físicamente a migrantes, retornados, familiares y comunidades, quienes en conjunto buscan modelos de desarrollo económico, social y político.
La visión de una Guatemala próspera tejida también desde el extranjero ha caracterizado esta cumbre, a la cual acudieron conferencistas y participantes que entrelazaron ideas para ir formando proyectos viables, sostenibles y futuristas.
Para que esta vivencia deje de ser una utopía, que no sea un simple “más de lo mismo”, es esencial el consecuente seguimiento a las ideas y articularlas de tal manera que el objetivo de los organizadores se vea coronado con la elaboración de proyectos comunitarios.
Y dentro de lo más importante está vencer la apatía y el conformismo, los cuales siempre han impedido el avance del ser humano.
Este evento que en Quetzaltenango reunió a algunos inquietos emprendedores que proponen desarrollo en áreas como salud, cooperativismo, agricultura, tecnología, solamente tendrá el éxito esperado si cada quien se toma así mismo la responsabilidad de aportar un granito para el desarrollo de nuestros pueblos.
La reincorporación de los retornados a la población económicamente activa ha sido importante en el sentido que están cambiando para bien la manera de hacer crecer la economía, tal el caso de la aldea Chuatroj y del municipio de Pachalúm, Totonicapán y Quiché, respectivamente, en donde migrantes y retornados han viabilizado su propio desarrollo con base en remesas productivas.
Mi amigo Reginaldo Hasset-Marroquín y su proyecto del aprovechamiento de las gallinas, el huevo y la carne, aunado al fertilizante en que se convierte sus desechos, tiene mucho futuro en las comunidades si y sólo si el sistema cooperativo y de ayuda mutua se vuelven denominadores comunes en la lucha de nuestros pueblos por salir de la pobreza.
Estos son ejemplos de un proyecto, de los varios por venir, que se pueden llevar a cabo si hay voluntad. Uno de los puntos cúspide de la cumbre se basó en la inminente necesidad de formar un sólo fuente de batalla liderado por las mentes cooperativas de un ente que, con todo y personería jurídica propia, pueda ser capaz de articular esas y otras ideas de una Guatemala transformada para bien. Y como dice el Popol Vuh: “Que todos se levanten, que nadie se queda atrás”.