Pbro. Mauro Verzeletti, C. S.
Director de las Casas de Migrante, Guatemala y El Salvador
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Las migraciones son un puente para el futuro y construcción de un nuevo mundo. La reciente caravana y la huida de miles de ciudadanos de Honduras, El Salvado y Guatemala subrayan una página relevante y marcan la historia de las migraciones en la región norte de Centro América. Los dislocamientos humanos de masa son cada vez más complejos y diversificados, revelan datos estructurales de una sociedad contemporánea, donde gobernantes y sector privado no han buscado soluciones al problema de la injusticia social, causante de los grandes éxodos que tienen la raíz en la pobreza y violencia.
En una era marcada por la globalización de la intolerancia, las migraciones masivas establecen metas en dos dimensiones que pueden hacer la diferencia en la historia de la humanidad; la primera, el combate frontal a los muros de los hipócritas gobiernos de las naciones que rechazan el derecho a migrar; la segunda, la esperanza de escapar del infierno de la exclusión y marginalización social, situación impuesta por los tiranos del gran capital mundial acaparador de riquezas, sistema descorazonado que no comparte con los necesitados, ni migajas.
Los grandes flujos masivos actuales de migrantes y refugiados, presionan a los gobiernos para que abran nuevas ventanas a sus vidas, marcadas por la pobreza, miseria, hambre y violencia. Sin embargo, la gran mayoría de gobiernos y autoridades han dado las espaldas a la dramática situación que viven los migrantes y refugiados, principalmente los niños, niñas, adolescentes, jóvenes y familias. Infelizmente, los gobiernos se apresuran para cerrar fronteras, levantan muros, hacen leyes rígidas discriminatorias, ponen límites divisorios perversos entre nacionales y los recién llegados en la frontera.
Ante estos dramas humanos las decisiones de los parlamentarios de Estados Unidos, México y América Central son más retóricas, que reales y programáticas para solucionar situaciones humanas desastrosas. Más bien, prevalecen las indecisiones, los miedos y el querer garantizar la seguridad nacional a todo costo. El Papa Francisco ha insistido constantemente en sus intervenciones sobre migrantes y refugiados, debemos superar la “cultura de la indiferencia”. Infelizmente, prevalece la confusión entre movilidad humana, crimen organizado y terrorismo.
El gran número de migrantes y refugiados, en realidad son un termómetro para verificar las estructuras socioeconómica y política de las naciones, también son un “signo de los tiempos”. Al mismo tiempo, son una señal de contradicción y signo de transformación. De la misma forma, ponen a desnudo una economía globalizada que, al mismo tiempo, permite la concentración de la riqueza en pocas manos y provoca la exclusión social. Los gobiernos del mundo tienen que entender que las migraciones inyectan sangre nueva y oxigeno primaveral a las naciones del mundo.