Por Rodulfo Santizo
(Minchito)
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Los guatemaltecos en su mayoría campesinos indígenas del área rural toman la opción de migrar a lo interno del país a las fincas de producción de café y cañaverales en diferentes partes de Guatemala, y al externo a México, Canadá y en su mayoría a los Estados Unidos, por los bajos niveles de inversión del gobierno para brindar oportunidades de desarrollo y de servicios a las poblaciones marginadas y excluidos de toda actividad de desarrollo.
Por generaciones y generaciones la migración campesina ha sido un factor que retrasa el desarrollo de las comunidades al romper todos los procesos, como la asistencia a las escuelas de los hijos de las familias que migran, porque el inicio de las cosechas se da cuando el ciclo escolar está en plena ejecución y el campesino se ve obligado a llevar al niño como mano de obra en crecimiento que les generará ingresos a la familia migrante, y el otro caso es por mencionar el de salud, porque cada vez que migran las enfermedades se hacen presentes, por las malas condiciones de vivienda y salubridad en las rancherías de las fincas a donde llegan a trabajar.
Condición similar se da cuando migran a México, porque los derechos de los campesinos y sus familias que migran para hacer las prácticas culturales del café en diferentes fincas y áreas diversas de producción, son sujetos de muchas vejaciones al ser vulnerados e irrespetados sus derechos humanos, porque los tienen y mantienen en unas condiciones paupérrimas, no se les trata como personas que aportan a la economía de los propietarios de fincas en las regiones fronterizas de Chiapas, principalmente, donde existen cerca de 300 mil guatemaltecos que practican esta migración agrícola todos los años y que ni el gobierno de México y mucho menos el de Guatemala hacen algo por velar por esta importante población.
Afirmo lo presente, por tener conocimiento de la región fronteriza mexicana con Guatemala, trabajando para proyectos de desarrollo socioeconómico transfronterizo y haber encontrado cuadrillas de campesinos guatemaltecos trabajando en fincas cafetales y ranchos ganaderos del estado chiapaneco.
Pero al problema de la migración ahora se suman otros causantes, como la delincuencia, la inseguridad, el narcotráfico, la corrupción e impunidad, la continuidad de gobiernos sin capacidad, como el actual, que tienen en total abandono a las comunidades del área rural por no tener la capacidad para ejecutar acciones que proporcionen oportunidades dignas para vivir en santa paz y armonía.
Es urgente ver y pedir Estados Unidos que los recursos destinados para el Plan de la Prosperidad en el Triángulo Norte tengan una reorientación con la participación de sectores que tengan el conocimiento de cómo hacer desarrollo y exigir al gobierno más acción en una planificación verdadera con proyectos verdaderos que realmente mitiguen las causas de la migración, donde haya participación de los migrantes y sus familiares de origen en una verdadera comunicación.
Para concluir Estados Unidos debe condicionar la ayuda a Guatemala y resto de países para que los corruptos sean castigados y no estén haciendo leyes que les beneficien y aseguren no ser alcanzados por la ley, cuando dejen el poder.
El gobierno americano no debe creer las justificaciones e informes de funcionarios en el poder actual, porque son explicaciones sin fundamento, hagan caso a la sociedad civil, quienes al final son los afectados por estos malos políticos, que se las llevan de inteligentes al pensar por la población pensante.