Pbro. Mauro Verzeletti, C. S.
Director de las Casas de Migrante, Guatemala y El Salvador
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Vivimos en un contexto mundial que muestra datos alarmantes donde la acumulación de la riqueza se concentra en pocas manos, situación extremadamente preocupante: la élite capitalista del atraso global de los súper ricos, representan el 1% de la humanidad, y el 99% de la población del planeta tiene que sobrevivir con las migajas que caen de la mesa de los opulentos.
La injusticia está creciendo de forma galopante en el ámbito mundial, la brecha de la desigualdad es cada vez más profunda entre el poder oligárquico y las grandes masas populares excluidas de los beneficios sociales. Hoy, estamos llegando un verdadero colapso político y económico.
La economía globalizada de mercado total es la causante de los grandes flujos migratorios del siglo XXI. Infelizmente, los gobiernos en lugar de promover una política económica de desarrollo nacional, tienden aliarse a los mecanismos perversos y nefastos del capital financiero internacional neoliberal.
El Papa Juan Pablo II, en su visita a México, hizo la gran denuncia de que “los ricos se vuelven cada vez más ricos a las costas de los pobres cada vez más pobres”. Denuncia profetice proferida por el Papa Francisco por el comportamiento inhumano del ser humano. Así mismo, enfatiza que el actual modelo económico es el causante de la pobreza y violencia.
Infelizmente, existe la más grande frontera capitalista entre Primer Mundo y Tercer Mundo. Frontera construida entre los seres humanos por la indiferencia, odio y racismo. Fronteras creadas en cada país o región por las grandes desigualdades sociales. Fronteras entre ricos y pobres dentro de países o regiones. Los ricos viven en la isla del bienestar, cercados por los océanos de pobreza y miseria.
Vivimos en una sociedad edificada desde las injusticias, asimetrías y desequilibrios socioeconómicos de corte neoliberal, son visibles en todos los países y regiones del planeta. Podemos señalar algunas situaciones: pobreza, miseria, hambre y desnutrición, acompañadas de descontentos y manifestaciones sociales, causando conflictos sociales sangrientos; migraciones masivas y desplazamientos de trabajadores y familias, en busca de mejores oportunidades de vida; flexibilización, precarización y tercerización del trabajo formal, con reducción de empleos y de salarios, y la consiguiente destrucción de la conciencia social por el sistema capitalista perverso; proliferación del trabajo informal, clandestino, infantil, esclavo, domiciliar, temporal y femenino; reclutamiento de niños, niñas, adolescentes y jóvenes para el tráfico de drogas, crimen organizado y prostitución precoz; estructuras de violencia aumentando, países en conflictos, producen miles y millones migrantes y refugiados. Otro mundo es posible solo cuando tengamos una consciencia educada para defender los derechos humanos y dignidad de los más pobres.