Por Norma Hernández
Cuando te vas de tu país para buscar una vida mejor para ti y tu familia siempre es una aventura desconocida, no sabes lo que te encontrarás, aún más si no conoces a nadie en ese lugar, generalmente vas sin dinero para volver si la cosa no va bien. Pero viajar a Europa, es la aventura más grande, más incierta y más atrevida.
El 16 de agosto viajé a España en busca de una vida mejor para mis hijos que estaba dejando, 10 mil kilómetros atrás. Viajó conmigo mi hija mayor porque su marido estaba aquí.
Llegamos a Valencia con una amiga. Mi hija se fue con su marido, y mi amiga y yo, a través de unos contactos que hicimos allí, viajamos a Cuenca a trabajar en la vendimia (cortar uva). Siempre había trabajado en oficina y de repente me encuentro en un campo inmenso, lleno de cepas de uva, con un capazo y un par de tijeras, fue un mes y medio en el que puse a prueba mi resistencia física.
Luego trabajé de cortar naranja en Valencia, era un trabajo pesado y terminaba el día muy adolorida, solo buscaba una ducha y una cama. Lo único que disfrutaba en esos campos era el color de las naranjas en el árbol cuando lo inundaba el sol.
Estás en un país extraño, con costumbres diferentes, un clima diferente, sin papeles, con pocas o ninguna posibilidad de encontrar un trabajo en el cual realices lo que puedes y lo que sabes, haces lo que hay.
Después de seis meses la situación cambió un poco, viajé a Castellón, sola, a trabajar en un camping; trabajé como recepcionista, reponedora en el supermercado, cajera, entre otros. Un año y medio en el camping, la pasé muy bien, era buen ambiente, estaba en la playa e hice alguna amiga, pero me sentía sola… Hacia tanta falta la familia.
Y llega el momento de la residencia, después de tres años conseguí la residencia, y con ella mejores posibilidades. Pero no solo no es una lotería lo que te has ganado, sobrevives, envías lo que puedes a Guatemala, es un círculo vicioso. Pero pasa el tiempo y no puedes decir que vuelves.
Lo peor de todo es que en el momento de conseguir la residencia, empezó la crisis económica, y de trabajo… Difícil, otra vez.
SEPARADOS POR LA MIGRACIÓN
Vino mi hijo, se quedó, y luego mi hija pequeña, también mis padres, pero la crisis nos volvió a separar. Han buscado mejores oportunidades, una en Londres, otro en Estados Unidos, y luego está la hija que se quedó en Guatemala porque tiene ya una vida mejor allí. Y mis padres deciden volver a Guatemala, claro, a su edad es difícil adaptarse
Vine por dos años, y han pasado doce, actualmente trabajo como teleoperadora en una compañía telefónica, tengo un trabajo más o menos estable, un piso, una vida aceptable, vivo, o sobrevivo, he vivido una historia para contar, una gran aventura que aún no termina.
Si tuviera la habilidad, escribiría una novela. He vivido en primera persona la tristeza, la soledad, la esperanza, el desasosiego, la incertidumbre la satisfacción, he vivido de lejos de los éxitos de mis hijos, no he estado con ellos en sus momentos más importantes.
¿Qué si me arrepiento de haber llegado hasta aquí? No debemos arrepentirnos nunca, pero sí, me arrepiento, pero si me hubiera quedado, no habría tenido oportunidades allí, porque con dos carreras universitarias y 45 años de edad, ya no había trabajo para mí en mi tierra.
Solo estamos mi hija pequeña y yo en España, no sabemos lo que pasará en el futuro, ella piensa quedarse aquí, yo, no lo sé, la parte de la familia, la parte de mi corazón que está en Guatemala, desea volver, no hay certeza de nada, no hay futuro marcado, aún sigo pensando. La aventura continúa.