Oscar Clemente Marroquín
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La Guatemala de hoy está profundamente dividida porque malos guatemaltecos sacaron el petate del muerto para agudizar los viejos conflictos que siempre nos han impedido trabajar juntos en busca de los objetivos comunes. La justicia es un desastre y por eso la CICIG y el Ministerio Público, junto al Procurador de los Derechos Humanos y miles de guatemaltecos, plantearon la reforma a la Constitución para que al elegir jueces no se metan los grupos corruptos a imponer sus candidatos como ha ocurrido hasta ahora. Por supuesto que una reforma tan profunda no sería fácil porque son muy poderosos los grupos que se benefician con la corrupción y, como son hábiles, han revivido aquellas viejas luchas entre comunistas y anticomunistas y afirman que los que quieren cambiar el sistema son los comunistas y los que se oponen son los patriotas (no solo los del partido patriota sino los que se dicen patriotas de verdad) dispuestos a luchar contra los izquierdistas.
No hay que ser genio para entender que dividir a los guatemaltecos es muy fácil porque los años de explotación y de guerra nos volvieron muy desconfiados y sospechamos de nuestros vecinos. Cuando alguien propone algo, lo primero que pensamos es “qué raja quiere sacar éste” o suponemos que hay algo escondido. Por naturaleza dudamos de los otros chapines y eso ocurre todos los días en nuestra Patria.
Pero los guatemaltecos que tomaron la difícil decisión de aventurarse a buscar su futuro en Estados Unidos no pueden caer en esas prácticas y, por el contrario, tienen que esmerarse en trabajar unidos a su comunidad para luchar, juntos, frente a los tiempos que se avecinan por las nuevas políticas migratorias que exacerban la discriminación y el racismo. Dividida, la comunidad guatemalteca en Estados Unidos tendrá que vivir momentos muy duros. Unidos, en cambio, podrán presionar a las autoridades de su país para que ayuden y apoyen el respeto a los derechos humanos, recurriendo a Naciones Unidas para que vigile su observancia en medio de las posturas represivas que se avecinan.
El gobierno de Guatemala ha sido ineficiente para atender a los migrantes y no existen políticas coherentes de ayuda y apoyo. Para lograrlo tiene que haber una sola voz, con unidad granítica, para garantizar buenos resultados. Los políticos solo se acuerdan de nuestros compatriotas cuando están en campaña, pero luego, como con todo, se desentienden porque están muy ocupados robando como para atender clamores de la gente. Reclamar con vigor y firmeza, pero sobre todo con una sola voz, es el camino para asegurar un cambio de actitudes.
Que los migrantes se conviertan, una vez más, en ejemplo de Guatemala demostrando que hay chapines que pueden trabajar unidos, que se pueden mantener solidarios a pesar de artificiales diferencias y que, con la vista puesta en el futuro, se demuestre que el guatemalteco no tiene horchata sino sangre en las venas y que la voluntad que ponemos para trabajar es también la voluntad firme para trabajar por los nuestros y sus familias.