A sus 55 años, don Luis Galicia, originario de la aldea El Tintón, en Pasaco, Jutiapa recuerda su experiencia de migrante como una prueba de Dios y asegura que no volvería a repetirla a menos que migre de forma regular. La historia de don Luis, es el reflejo del calvario que actualmente viven muchos guatemaltecos en busca de una mejor calidad de vida para ellos y sus familias tras retornar al país.
Por Margarita Girón
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En una entrevista para La Hora Voz del Migrante, don Luis relató qué condiciones lo motivaron a migrar y cómo ha sido su vida desde su retorno.
Con una familia numerosa, el padre de seis hijos encontró en un conocido que desistió del viaje, pero que había dado un adelanto al “Coyote”, la posibilidad de viajar en busca de una vida mejor para él y su familia.
En 1997, don Luis emprendió el viaje, “me despedí de mi familia y me fui, entrando a México ya hay otras costumbres, otros riesgos, allá las distancias son grandísimas y los caminos largos, uno allá no tiene nombres ni apellidos, solo nos acompaña la voluntad de Dios”.
Dentro de las barreras que más le dificultaron al entrevistado acceder a un trabajo con mejor salario fue el idioma, “para aplicar un trabajo, uno debía enfrentar ese primer paso con el idioma, porque ellos no tienen que adaptarse al idioma de uno, sino uno al de ellos, (los estadounidenses)”.
Don Luis relató que, durante un año, trabajó más de 12 horas diarias, seis días a la semana ganando un promedio de US$4.5 dólares por hora, ya que debía cubrir los gastos de su familia en Guatemala, además de sus gastos personales y completar el pago de los Q40 mil que le costó el viaje y que debía pagar durante el primer año de permanencia en Estados Unidos según el trato con el Coyote.
El entrevistado dijo que en Guatemala había trabajado como mecánico por varios años y esa experiencia le ayudó para obtener empleos en el país norteamericano.
EL FINAL DEL SUEÑO Y UNA DEPORTACIÓN LENTA
Don Luis permaneció en el estado de Iowa durante 3 años, durante ese tiempo perfeccionó el oficio y aprendió nuevas técnicas. Sin embargo, durante un proceso de reclutamiento entregó documentos que había adquirido con tal de conseguir un mejor empleo, pero esa acción se tradujo en su deportación.
De acuerdo al entrevistado, pasaron siete meses para que su proceso finalizara y pudiera regresar a Guatemala, según don Luis, ese tiempo fue el más difícil de todos, “comunicarme con mi familia era difícil, si por alguna razón algún conocido viajaba a Estados Unidos podía recibir una carta de mi familia en donde me decía que todo estaba bien y que pronto nos reuniríamos, pero el tiempo era interminable y no había modo de apresurar mi regreso, cuando llegaba el correo yo sentía que se me partía el corazón en cuatro porque estando tan lejos de mi tierra leer las palabras de mi familia me hacían desear estar más cerca de ellos”, señaló el jutiapaneco.
SU RETORNO
Don Luis relató que luego de seis meses de detención, le llevó un mes tramitar su papelería para volver a Guatemala; sin embargo, la realidad en Guatemala no era más esperanzadora que el tiempo que estuvo detenido en EE.UU.
“El regreso fue duro, uno se siente como derrotado, regresar sin un propósitos ni capital económico es difícil; sin embargo, toca empezar de cero y ese es el arrancón más duro, porque no cuenta con dinero y la familia está con la esperanza de que algo se trae y en mi caso no fue así”, destacó don Luis.
Para don Luis, regresar a Guatemala y tener que mantener nuevamente a su esposa y seis hijos fue una etapa difícil, ya que sus hijos mayores se encontraban cursando los últimos años del ciclo básico y diversificado, mientras que los menores estudiaban la Primaria.
La situación de don Luis llevó a su hijo mayor a emprender el viaje hacia Estados Unidos, el entrevistado relató que actualmente su hijo vive de forma regular y aunque es el único de sus hijos que decidió arriesgarse por su familia, lo extraña y disfruta su estadía cuando visita Guatemala.
Actualmente don Luis trabaja en un pinchazo de su propiedad y aunque sus hijos lograron generar sus oportunidades, su deseo por salir adelante no ha mermado, de lunes a domingo, el pinchazo de “Tio Guicho” abre sus puertas en el cruce hacia el municipio de Pasaco, en donde un hombre fornido y sonriente, atiende a sus clientes y conversa con ellos mientras repara los neumáticos que permiten a los viajeros continuar con su recorrido.