Los muros y alambres de púa fronterizos

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Margarita Girón
Margarita Girón
Periodista y futura comunicadora de la Universidad de San Carlos de Guatemala, reportera para el Diario La Hora y La Hora Voz del migrante. Realiza materiales periodísticos enfocados a la comunidad guatemalteca en Estados Unidos. Madre y mujer comprometida con las causas que luchan por una Guatemala digna.

*Pbro. Mauro Verzeletti, C.S.

A pesar de todos los muros y alambres de púa, los migrantes y refugiados siguen adelante. No pueden darse el lujo de detener los propios pasos. El desplazamiento por la violencia y las armas, el hambre, la pobreza y la miseria los ponen en salida. Detrás la muerte los persigue, fulminante; por delante el horizonte es incierto, denso de nubes sombrías. Sin embargo, siguen abriendo nuevos agujeros en los muros. Son hombres y mujeres, niñas, niños, adolescentes y jóvenes, familias mutiladas y todos migrando. Una carrera desesperada, frenética, ansiosa: llena de piedras, espinas, aguas bravas, desiertos y barreras de todo tipo. Muros altos y sin fin, insuperables, visibles e invisibles, hechos de hormigón, alambre de púas, soldados armados o leyes restrictivas. La policía y el rótulo de “criminales, delincuentes” les cortan los pasos y las piernas, los sueños y la esperanza.

Entre el origen y el destino, acechan los buitres, “mercaderes de carne humana”, como diría Scalabrini -Padre de los Migrantes. Protagonistas del crimen organizado y del tráfico: con el pretexto de “facilitarles” la salida, los empujan a la aventura de la carretera, les roban los últimos centavos, pero no raramente los abandonan a su suerte, en las garras de las fuerzas de seguridad fronteriza militarizada. Sin posibilidad de regresar, sin medios para proseguir o construir- los migrantes y refugiados viven en situación de alta vulnerabilidad.

Rostros desfigurados, afrontados, como si estuvieran siendo amenazados en su trabajo, en su casa y en su patria. Una atmósfera nocturna de indiferencia, con algunos gestos de solidaridad en la ruta migratoria; las Casas del Migrante, como estrellas solitarias que ofrecen hospitalidad y protección. ¡Qué diferencia de lo que nos decían la propaganda, los Coyotes se llaman, hoy, narcotraficantes que tomaron el dinero, las casas, las tierras y tarjetas de los que sueñan en un futuro mejor!

¡Queda un hilo de esperanza, un hilo por más frágil que sea! Voces y miradas, rutas y horizontes cruzados de quien lleva en el cuerpo y en el alma heridas y cicatrices de una experiencia semejante: traumática, pero común y compartida. Se queda una pequeña luz, minúscula vela encendida, en medio de la tempestad y las tinieblas. La vida es la vida, la vida, la vida y las energías. Mantengamos nuestra mirada fija en la aguja magnética de la brújula que marca la dirección del destino… Por eso seguimos de cerca la estrella más brillante, símbolo de la fe que señala el horizonte de una vida recreada.

*Director de la Casa del Migrante Guatemala y El Salvador.

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