Pbro. Mauro Verzeletti, C.S.
Director de la Casa del Migrante de Guatemala y El Salvador
El contexto regional en materia de políticas públicas de desarrollo humano integral para consolidar el derecho a no migrar, son prioridades débiles en las agendas políticas de los Estados, porque sectores del poder económico y político, aún no les interesa los cambios estructurales a favor de los más pobres y marginados. En suma, la clase política regional es altamente irresponsable, defensora de un modelo económico de engorde y beneficioso a intereses espurios de ciertos grupos criminales, que tienen como estrategia fomentar la violencia institucionalizada a través de estructuras delincuenciales, como mecanismo de expulsión de poblaciones para seguir acumulando recursos.
La aplicación de los derechos humanos plasmados en la Constitución de cada país y que emanan de los instrumentos internacionales en materia de protección de las personas migrantes, solicitantes de refugio; particularmente Niñas, Niños y Adolescentes acompañados/no acompañados y mujeres en condición de vulnerabilidad, se encuentran en una crisis humanitaria sin precedentes, porque se han priorizado las políticas de mercado neoliberales excluyentes.
Las causas de los desplazamientos y migraciones forzadas se entrelazan en la región centroamericana, por la globalización de la indiferencia. Por un lado, los migrantes y refugiados buscan escapar de los conflictos históricos creados por los poderosos y ratificadas por los políticos de Guatemala, Honduras y El Salvador. Se incendia debido a motivaciones de índoles políticas, ideológicas y religiosas. Por otro lado, migran los hijos de la pobreza, de la falta de trabajo y del hambre. En ambos casos, buscan un futuro más prometedor para sus familias.
Las caravanas de migrantes y refugiados constituyen un retrato vivo de las condiciones en las que vive buena parte de la población de la Región Norte de Centroamérica. Sacudida por tensiones, políticos corruptos, hostilidades y enfrentamientos históricos, por una parte, y por la asimetría socioeconómica, de otra, donde millones de personas se ven obligadas a abandonar la tierra, tratando de encontrar otro suelo al que puedan llamar patria.
La herencia colonial dejó heridas y cicatrices que se reabren y sangran continuamente. Tal herencia del pasado ilustra las contradicciones presentes, sea la aparente pasividad de la población más pobre, sea el autoritarismo, la corrupción e impunidad de los representantes de los partidos políticos en los congresos, gobiernos y empresarios. Con eso, una tierra rica en minerales y posibilidades agrícolas, por ejemplo, alberga un pueblo pobre, esclavo y dependiente. “Mendigos sentados en montañas de oro”, diría el escritor y poeta Eduardo Galeano.