Pbro. Mauro Verzeletti, cs
Director de las Casas de Migrante, Guatemala y El Salvador
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Las fronteras debería ser el lugar para universalizar el bien común entre las naciones y, construir procesos de buen vivir en el respeto más profundo al derecho soberano de la persona movilidad, teniendo como centralidad la práctica del derecho humanitario internacional respetando el sagrado sueño de búsqueda de un futuro mejor.
Los migrantes y refugiados no pueden ser considerados un bien sin dueño; porque en el anuncio del Reino de Dios, Jesús pone en el centro de su vida los pobres, los excluidos, los pequeños e indefensos, los enfermos y los marginados. ¡Por dos razones esenciales! Primero, porque representa el criterio del humanismo bíblico universal: “cada vez que le hiciste esto a uno de estos pequeños, me lo hiciste a mí”: Segundo, “era migrante y ustedes me hospedaron”, capítulo 25 del Evangelio de Mateo, donde la hospitalidad rompe con todos paradigmas antisociales. Esto nos lleva a la convicción más bella, siendo el ser humano creación Divina, creado a misma imagen y semejanza de Dios, estamos unidos por lazos históricos que ya nadie los podrá romper. Es por eso, que los migrantes y refugiados son una familia universal; destruyen los malditos muros de la indiferencia y ponen en el centro de la historia la comunión solidaria universal, para destruir las idólatras fronteras del antireino de las políticas migratorias separatistas.
Esto significa cambiar radicalmente el rumbo que los Estados están dando a las políticas públicas, porque violan sistemáticamente acuerdos bilaterales y multilaterales, siendo los migrantes un valor peculiar para el desarrollo, eso implica al mismo tiempo una tremenda responsabilidad de los Estados de Origen, tránsito y destino.
Los procesos migratorios deberían de velar por los más vulnerables para protegerlos de sus fragilidades, como son los niños, niñas, adolescentes, mujeres y jóvenes. Las políticas migratorias deben de tener concepciones emanadas desde la construcción de la realidad estrictamente apegadas al derecho, para ser mediación de solidaridad con los estándares de protección internacional, dinámica que nos interpela cotidianamente en este siglo de las migraciones masivas.
En términos de comunión solidaria siempre debe de prevalecer la preeminencia a la persona humana, pues los migrantes luchan en contra de las fronteras-muros, para alcanzar el desarrollo pleno y defender la igual dignidad. Es verdad que debe de preocuparnos todos los movimientos migratorios que se dan en la actualidad tales como; desplazados por la violencia, flujos migratorios por el calentamiento global, los que huyen de las guerras, los que migran forzados por la pobreza y pobreza extrema. Pero debería de inquietarnos proféticamente todas las enormes inequidades que existen entre las naciones, porque seguimos hipócritamente tolerando fronteras, muros, odios, xenofobia, racismo y discriminación en nombre del falso dios capital.
Todos los seres humanos deberíamos estar juntos como hermanos y hermanas en una maravillosa comunión solidaria universal, entrelazados por el amor, la paz, la justicia y la igualdad, porque somos creaturas de Dios y amamantados por la madre tierra, “nuestra casa común”, como indica el Papa Francisco.