La historia de Danny Azenon: 37 años de aventuras y éxitos

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Margarita Girón
Margarita Girón
Periodista y futura comunicadora de la Universidad de San Carlos de Guatemala, reportera para el Diario La Hora y La Hora Voz del migrante. Realiza materiales periodísticos enfocados a la comunidad guatemalteca en Estados Unidos. Madre y mujer comprometida con las causas que luchan por una Guatemala digna.

Por Douglas Cuevas
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El hombre de la siguiente historia se vio obligado a dejar a su familia, amigos y hasta su cultura a la corta edad de 16 años. Danny Azenon no se fue de su querido El Salvador para buscar una mejor calidad de vida, por el contrario, su familia solo buscaba que él continuara con vida.

El protagonista de este relato tiene en la actualidad 53 años, de los que ha vivido 37 en los Estados Unidos, lugar en el que conoció el amor, formó una familia y que, gracias al esfuerzo de su trabajo, ahora puede tener estabilidad económica.

Todo se ve muy bien, pero para llegar a ese destino Danny tuvo que pasar por una serie de obstáculos.

Cuando él era adolescente vivir en la natal Santa Ana no era nada fácil. Era la década de los ochenta, cuando El Salvador era escenario de una guerra civil, en la que los jóvenes eran tomados y desaparecidos por las fuerzas de seguridad de la época.

“Yo me vine porque mi mamá se preocupaba mucho durante la guerra. A la media noche el Escuadrón de la Muerte iba y sacaba a los jóvenes y amanecían muertos”, recuerda Azenon.

El entrevistado asegura que la más afectada por toda esa situación era su mamá, “a la media noche me despertaba y me sacaba de carrera al patio cuando oía que estaba el Escuadrón de la Muerte”.

Para evitarle angustias a su madre decidió, en compañía de un primo, migrar por un tiempo a los Estados Unidos, donde iban a pasar buscando a otro de sus primos que había partido antes y que permanecía en México, bajo el refugio de una familia local.

Azenon no recuerda con exactitud cuánto le cobraron para irse de mojado al norte, solo sabe que no era tan caro en aquel momento y menciona un precio promedio de $1 mil 800.

El viaje afortunadamente fue seguro y no se toparon con estafadores y maleantes, esto les permitió llegar con su primo que ya vivía en México. La visita que era tan solo de paso se convirtió en algo de tres meses.

La familia que hospedaba a su otro primo en México se empezó a portar un tanto rara con ellos. “Éramos tres jóvenes dispuestos a comer y todo. La familia se fue incomodando. Tuvimos que dejar esa familia” añadió.

El cambio fue a tan solo tres cuadras de esa casa, encontraron una vivienda abandonada, recuerda que era de ladrillo y adobe, bastante vieja, a tal punto que ni siquiera tenía un techo que los protegiera del fuerte sol, las lluvias o el sereno de la madrugada.

Durante el día los tres jóvenes salían a trabajar, estaban en un taller haciendo tareas de enderezado, el fuerte sol y la casa sin techo no era problema, pero durante la noche, la situación era otra.

Debían de ver cómo se las ingeniaban para además de soportar el frío poder preparar sus alimentos. “En la noche buscábamos botes de leche y en esas cosas cocinábamos, yo sabía cocinar, yo quería ser cocinero de joven”, recordó Danny al traer a su memoria esa corta pero muy dura estadía en México.

“Tuve la necesidad de dormir en el suelo”, recuerda. Luego de esos meses decidieron continuar su viaje hasta los Estados Unidos. Él ya tenía noticias de su primo que estaba en México, que tuvo que buscar incluso de puerta en puerta, por lo que ya tenía una excusa para regresar a El Salvador.

“Yo estaba feliz en mi país. Solo iba a estar un mes afuera” recuerda, pero ese mes se fue extendiendo y a la fecha ya lleva 37 años de vivir en el extranjero, el resultado de una de las mayores aventuras de su vida, le permitieron madurar, apreciar a su gente, amar el trabajo y encontrar a la pareja ideal para compartir el resto de su vida, con quien procreó cinco hijos

A pesar de esa serie de triunfos, hay muchas cosas que aún extraña entre estas “los buenos días”. “Las personas de mi país son muy amables”, comenta mientras hace, posiblemente sin darse cuenta una pausa un tanto larga en la conversación, donde tal vez un vecino, amigo o familiar se le vino a la mente, cuando daba y recibía esos afectuosos y calurosos “buenos días”.

También aprovechó para aconsejar a esas personas que están considerando migrar a los Estados Unidos en busca del sueño americano. “Los Estados Unidos es muy bonito, pero es muy duro” indicó.

Advierte además que vivir en ese país “…no es un juego…no hay día de descanso, no hay vacaciones, no hay 31 de diciembre. Le tocó trabajar, le tocó trabajar”.

Una historia de éxito, una aventura que tuvo un final feliz gracias al trabajo arduo de Danny Azenon, quien visita frecuentemente su amada cuna salvadoreña.

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