POR D. GÁMEZ y G. ORTIZ
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El 31 de mayo, Juana Tobar debió abandonar Carolina del Norte, Estados Unidos, para retornar a Guatemala debido a que le denegaron un recurso para legalizar su estatus en ese país. Pero la idea de dejar atrás 25 años de su vida y a su familia, la impulsó, con el apoyo de la comunidad eclesiástica, a recluirse en una iglesia, la cual se convirtió en su “santuario” para evitar la deportación.
Juana Luz Tobar Ortega es originaria de San Cristóbal, Jutiapa. Hace 25 años decidió viajar a Estados Unidos, durante la última época del Conflicto Armado Interno, específicamente en 1992. “Yo no me quería unir a la guerrilla… entonces por eso me fui”, comenta.
En 1993, ya viviendo en Los Ángeles, California, solicitó el estatus de refugiada, porque en esa época asegura que era más probable que les otorgaran a los guatemaltecos ese beneficio por la situación que atravesaba el país.
Resalta que le facilitaron un permiso de trabajo y en ese tiempo decidió viajar a Carolina del Norte para trabajar con su tío, sin embargo, aún viajaba a Los Ángeles para sus citas con la corte migratoria.
En 1999 regresó a Guatemala para cuidar a una de sus hijas que había enfermado. “Pensé en lo peor de mi niña”, indica. Cuando su hija mejoró emprendió el regreso a Estados Unidos de manera indocumentada, pero fue interceptada por agentes migratorios.
Eso no la detuvo. Regresó a Estados Unidos y en 2001 asegura que recibió una renovación de su asilo. “Llegó mi tarjeta, el permiso de trabajo se renueva cada cierto tiempo, pero enseguida me llegó una carta que debía abandonar el país”, indicó.
En 2011 fue detenida por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE por sus siglas en ingles), estuvo en un centro de detención de Carolina del Norte y de Atlanta, Georgia; luego fue liberada con la condición de asistir a la corte migratoria de Charlotte cada seis meses.
Un año después se activó la orden de deportación por intentar ingresar a Estados Unidos en 1999. Cada año debía ir a Charlotte para presentarse ante el juez.
“Este año me tocó en abril –audiencia- y me notificaron que tenían la orden de deportarla”. A Juana Tobar le fue colocado un monitor electrónico y le indicaron que el 19 de mayo debía presentarse con su boleto aéreo para demostrar que retornaría a Guatemala voluntariamente a más tardar el 31 de mayo.
TODA UNA VIDA
La entrevistada menciona que se sintió mal por la noticia porque ha construido una vida en ese país. De abandonar Estados Unidos tendría que dejar a su esposo, a sus dos hijos que nacieron en ese país y a sus dos hijas que viven con ella desde hace varios años.
“La única que no tiene –estatus legal- soy yo” indicó. Según dijo, por medio de una organización social y el apoyo de la comunidad eclesiástica logró que se le otorgara un espacio en la iglesia Episcopal St Barnabas, ubicada en Greensboro, desde el 27 de mayo para evitar su deportación.
La congregación denominó a la iglesia como “santuario” en alusión a las ciudades santuario, que impulsan una política para limitar su colaboración con las autoridades federales migratorias.
Por su parte, Jorge Archila, quién será el cónsul para Guatemala en Carolina del Norte, cuando inicie funciones la sede consular el próximo 19 de junio, explicó que no tiene conocimiento de casos en los que ICE realizará una detención dentro de una iglesia.
AFECTA A SU FAMILIA
Juana menciona que su hijo menor es el que resultó más afectado por su separación. Asimismo lamenta que en sus años en Estados Unidos se dedicó a trabajar y a pesar de cumplir con las leyes, pagar impuestos y evitar meterse en problemas, no puede optar a legalizar su estadía por su deportación de 1999.
“He tratado de hacer lo mejor por este país, hemos contribuido, no es justo que nos traten así”, añadió.
Dijo que tiene miedo de regresar a Guatemala por la violencia, “Luego de tanto tiempo separado de la familia, uno piensa lo peor”, señaló Tobar.
Sobre su encierro, enfatiza que lo más difícil es estar aislada y que debió dejar su trabajo pero recuerda que es la única forma que encontró para continuar viendo a su familia.
“Estar encerrada no es fácil, no salgo para nada, ellos –pastores- me han apoyado y no me dejan sola”. Destacó que los miembros de la iglesia y los pastores se turnan para no dejarla sola. En la habitación donde permanece le ayudaron a instalar una cama, su cocina y un comedor para las visitas de su familia.
“Es difícil estar encerrada, es muy duro. Ellos –pastores- no me han puesto un plazo para estar aquí, me dijeron que permanezca el tiempo que sea necesario”, afirmó.
Tobar es asistida por un abogado migratorio, con quien busca alguna alternativa legal para revertir la orden de deportación y permitir su estadía.
Mientras que las organizaciones y ciudadanos de Greensboro han organizado actividades para demostrarle su apoyo, han recolectado peticiones electrónicas y otras medidas para solicitar a la intervención del senador, Thom Tillis.
“Yo le digo a los migrantes que esté pasando por una situación similar a la mía que busquen apoyo, tenemos derechos siempre y cuando tengamos un récord limpio, no somos criminales, les pido que no tenga miedo y que busquen ayuda”, puntualizó.
Por último recuerda que antes de empezar sus dificultades migratorias su “familia era unida”. Solía reunirse con sus hijas para cocinar y convivir todos los fines de semana, paseaban en el lago y en la playa. “Ha sido desastroso para mis hijos, como lloran, estábamos acostumbrados a salir, nunca solos, al restaurante, todos juntos, en familia”, indicó.
[recuadro]LOS OBJETOS QUE ACOMPAÑAN A JUANA EN LA IGLESIA “SANTUARIO”
Cama
Televisor
Según el medio local QuéPasa, también cuenta con una máquina de coser y una biblia.
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“La única que no tiene –estatus legal– soy yo”
Juana Luz Tobar“He tratado de hacer lo mejor por este país, hemos contribuido, no es justo que nos traten así”
Juana Luz Tobar