Fronteras políticas de odio

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Nos encontramos en un contexto mundial en el que las acciones políticas de muchos Estados están direccionadas a criminalizar a los más vulnerables; las personas forzadas a migrar son etiquetadas como delincuentes, vagabundos, criminales e invasores. Son poblaciones que se encuentran abandonadas y que todavía no son incorporadas en las políticas públicas. El sistema económico actual tiene por doctrina el acumulo de riquezas en pocas manos, condenando a la clase trabajadora a vivir en hacinamiento en áreas marginales, sin lo mínimo e indispensable para vivir en dignidad. En esta misma línea tampoco podemos obviar a los campesinos, ellos no pueden acceder a créditos para adquirir tecnología que incremente su producción de alimentos. Dicha población se ve obligada a migrar por el injusto sistema económico y político, teniendo que enfrentarse a malos tratos, violencia, leyes inhumanas, fronteras de odio y discriminación en la ruta migratoria.

Vivimos una realidad social preocupante a nivel internacional. Por un lado, seguimos siendo golpeados por una pandemia que nos sorprendió y que está dejando serias repercusiones en la salud pública, ya que los Estados han debilitado las propias funciones a través de las privatizaciones de los servicios públicos y así favorecer a la globalización destructora del capitalismo neoliberal. Por otro lado, tenemos que dejar bien claro que los Estados fueron y siguen siendo negligentes en relación con políticas públicas. Infelizmente, tenemos una gran parte de la clase política que defiende modelos económicos de mercado empresarial fallidos. La consecuencia de todo esto es la deuda social prácticamente impagable por la constante vulneración de los derechos humanos de los trabajadores migratorios y sus familias, la exclusión, la desnutrición de la niñez, el descuido total de la casa común, la intensificación de los desastres naturales, países destruidos con pérdidas de vidas y bienes.

Las fronteras del odio son el terreno fértil para introducir subjetivamente el miedo y terror en los ciudadanos de los países en tránsito y destino. En plena era de la globalización nos encontramos en una perfecta paradoja difícil de entender debido a las leyes migratorias restrictivas de corte militarista. En primer lugar, las fronteras se encuentran abiertas para el capital neoliberal transnacional que circula libremente, sin prejuicios y sin restricciones. En segundo lugar, los seres humanos se enfrentan a serias restricciones en la lucha para construir un futuro digno y mejor, ya que las fronteras están cerradas herméticamente sin alternativas para cruzarlas sin documentos. La gran contradicción que vivimos en la era de la globalización es evidenciar que muchos Estados les quitan el pan sagrado a los pobres para complacer el odio frenético de gobiernos ultraconservadores que gastan sumas multimillonarias en seguridad, tecnología y muros de contención para los flujos migratorios mixtos.

El actual momento histórico es complexo, ya que las naciones están volcadas en la defensa de políticas económicas antisociales y defienden los intereses de ciertos grupos que tienen como principio el acumulo exacerbado de la riqueza en manos de unos cuantos, teniendo como consecuencia el olvido de los ciudadanos, facilitando la instauración de conflictos sociales por la intransigencia y rechazo hacia migrantes, refugiados y desplazados.

En un mundo globalizado es preocupante que el miedo se expanda y se generalice en sectores amplios de la población; el engendrar odio hacia las personas migrantes llamándoles causadores de violencia y de robos, entre otros. En este contexto los corazones, las puertas y las fronteras están plenamente cerradas. Estamos ante una realidad donde cada persona o familia migrante se protege detrás de las fronteras del odio, de racismo e indiferencia. Las fronteras del odio xenófobo en tiempos de pandemia COVID-19, pueden ser dominadas y transformadas con la ética de la solidaridad. Las autoridades, organismos internacionales, iglesias, organismos no gubernamentales, entidades y movimientos populares son actores que pueden jugar un papel significativo para el cambio.

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