Pbro. Mauro Verzeletti, cs
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Director de la Casa del Migrante, Guatemala y El Salvador
“¡He visto la opresión de mi pueblo en… Centro América, he oído el clamor que le arrancan sus opresores y conozco sus angustias! Voy a ponerlos en marcha para librarlos del poder de los… tiranos poderosos del imperio del mercado neoliberal. Lo sacaré del sistema de muerte… los llevaré a una tierra nueva y espaciosa, tierra que mana leche y miel”. Cf. Éxodo 3, 7-8.
En las veredas de la migración, sentado en la mesa con las masas en caravanas, que claman por la liberación sin fronteras porque son hijos e hijas de nadie. Las Casas del Migrante desde el amor sin límites buscan ser oídos, ojos y corazón de la muchedumbre vulnerable. Compartimos con ellos sus esperanzas, dramas y lágrimas, penas y sufrimientos, el dolor del fracaso y de la exclusión, el sueño por una patria que les dé pan, donde el Cristo Migrante sea el centro de la misión y “para que estemos todos en comunión…” I Juan 1, 3. En este caminar en caravanas los migrantes y refugiados denuncian los muros y fronteras construidos por gobiernos hipócritas defensores de los intereses del capitalismo neoliberal, que discrimina y rechaza, destructor de la dignidad humana. Los migrantes con sus ojos mojados por la sencillez, pobres entre los más pobres, movidos por un nuevo amanecer cargado de esperanza y liberación, viven la experiencia del destierro, buscando la tienda de la hospitalidad plantada por Jesús en el anunciar del Reino de Dios, porque salen de la tierra quemada por la ley y el acoso de un sistema económico y político perverso. A partir de las caravanas gritan al mundo el abandono por la falta de políticas públicas de seguridad ciudadana, porque son despojados de nombre, derechos y dignidad.
La humanidad en caravanas condenada hasta ahora a un continuo vagar por los desiertos y las fronteras, con sus huellas estampan sueños donde quieren alcanzar una patria común de paz, para plantar su tienda en una tierra fértil en donde “construirán casas y vivirán en ellas, plantarán viñas y comerán sus frutos…, pues mi pueblo vivirá tanto como los árboles, y mis elegidos disfrutarán del trabajo de sus manos” (Isaías 65, 21-22).
Dios nos invita a construir la solidaridad universal, en profunda reconciliación con la madre Tierra para recrear la paz con justicia y derecho. Nos urge empezar a proclamar la liberación de la familia humana, a partir del clamor de los migrantes, los sueños y promesas de Dios se transformarán en nuevos horizontes de esperanza, donde la historia renacerá con la nueva utopía que otro mundo posible.