Mauricio Chaulón
Universidad de San Carlos de Guatemala
En Guatemala, dentro los espacios cuando se celebran la Navidad y la llegada del Año Nuevo, cada persona busca a otra para brindarle y al mismo tiempo recibir un abrazo; y, por lo general, se elige para dar el primer abrazo a la persona más importante para cada quien: la pareja, el hijo o la hija, la madre o el padre, el abuelo o la abuela, las y los hermanos, o tal vez el amor secreto o el amigo o la amiga incondicional en el transcurso de la travesía anual.
El abrazo no sólo se otorga, sino que también es recibido, en una reciprocidad simbólica –pero, como todo gesto, materializado y significado en esa materialidad- que representa el sentir de todo lo vivido a lo largo de todo ese año, o durante mucho más tiempo.
Se abraza cuando el ser humano, tiene la necesidad de sentirse apreciado, querido o amado, pero también de tomar al otro y acercarlo hasta donde pueda demostrarle el afecto o el deseo de apropiarse de su ser concreto y abstracto por un breve lapso de tiempo.
Para el mundo occidental, la celebración cristiana de la Navidad significa uno de los acontecimientos fundamentales de la cosmovisión estructurada desde la religión: el nacimiento del Mesías, del Salvador espiritual del mundo. Quienes se abrazan a las doce de la noche en la transición de la Nochebuena -24 de diciembre- al día de Navidad -25 de diciembre- se incluyen en esa celebración y en las múltiples aristas de sus sentimientos. De ahí? que el abrazo de la Navidad y del Año Nuevo no sólo sea una tradición y una manifestación cultural colectiva, sino una necesidad de proyectar el yo hacia el otro u otros que comparten la fiesta y, esencialmente, la vida.
El abrazo de las fiestas de fin de año es emotivo, con los buenos deseos o con la búsqueda del perdón. De ahí? que el abrazo de fin de año sea parte culminante, lo cual se evidencia en la pregunta “¿nos vemos para darnos el abrazo?”, o en la afirmación “paso a tu casa para darnos el abrazo”.
En los convivios navideños, las despedidas son con el abrazo que desea la feliz Navidad y el próspero Año Nuevo. Sin embargo, la expresión ya quedo? en la tradición, como una realidad de buen deseo al otro que esta? frente al yo celebrando lo mismo, o al menos en la misma sintonía.
Si bien es cierto que las mayores críticas que pueden hacerse a las fiestas de fin de año radican en el consumismo que las ha capturado y las reconfigura anualmente, más allá? de eso existe la enorme posibilidad de que quienes las celebramos, tengamos como objetivo central, en el consciente o en el inconsciente, ir a buscar el abrazo que nos enseñaron desde la temprana infancia, haciendo que el cuerpo y todos sus sentidos estén involucrados en la perenne socialización necesaria, manifestada en la entrega de los sentimientos al otro, por medio de un abrazo que en la intersubjetividad de la fiesta con sus melancolías y felicidades se representa con la idea de entregar, por un tiempo pequeño, el corazón.