Por Betsy Castellanos de Paredes
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Como cada año en diferentes partes del mundo se celebra a nuestros seres queridos que ya partieron, con diferentes maneras y costumbres, pero siempre con el mismo fervor; se les lleva flores, se pintan de colores sus tumbas, algunos dejan comida o visitan los cementerios en las noches, se cree que las almas vuelven desde el 31 de octubre a la medianoche y vuelan libres el 1 de noviembre, día de los Santos Difuntos, se encienden veladoras simbolizando el alma que partió, otros llevan coronas de flores, queman incienso, decoran en familia con respeto a sus difuntos, en Guatemala se come el tradicional fiambre, jocotes o ayote en dulce, nuégados y algunos degustan buñuelos, cada quien honra a sus familiares fallecidos a su manera .
Y así transcurre el “Día de Muertos” que más que de muertos para mí es un día dedicado para seres especiales que siempre estarán vivos en nuestro corazón, personas a las que Dios y la Vida se llevaron antes de tiempo o en su momento escrito y decidido por Él, la muerte es un misterio para lo que nunca estamos listos, menos para perder a nuestros seres amados, llega así sin avisar y como un profundo suspiro parte con el Alma hacia el más allá, jamás sabremos el secreto que ella oculta, ni qué se encuentra en La Luz al final del túnel.
Pero en el corazón guardamos la esperanza de un día volvernos a encontrar con ellos al otro lado del arcoíris, hoy honramos con amor a todos los seres queridos que se nos adelantaron en el camino.
Ellos jamás morirán, viven en cada uno de nosotros, no en presencia, pero si en nuestros recuerdos y el amor que nos dieron en el caminar de su vida, hoy son como estrellas en el firmamento, siempre brillarán, tal vez nos visitarán en sueños para hacernos sentir que siguen aquí, siempre a nuestro alrededor, que jamás se irán de nuestro lado, vivirán en cada ser que en presencia amaron profundamente hasta alcanzar la eternidad, su luz nos acompañará e iluminará por siempre.
